Con permiso

Mulitas

14-07-2019 / Con Permiso, Lecturas
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Historia del origen de una especie nacida de dos diferentes, pero iguales ante la amenaza del depredador.


Mulitas

Por Luciano Debanne.

En estos días me acordaba de la historia de las primeras mulitas. ¿La oyeron?

Dicen que hace mucho, mucho tiempo, andaba el jaguar con hambre, buscando hacerse fama de ser un gran depredador.

Y en esa va que se cruza con el puercoespín y la tortuga y dice «ésta es la mía», y se dispone a cazarlos. Pero resulta que de tan novato que era, el jaguar hace todo mal. Porque hasta para hacer daño algo hay que saber.

Cuestión que al puercoespín intenta darle un zarpazo y se llena de púas la garra, y a la tortuga intenta tirarla al río para ahogarla y la loca se escapa nadando.

Intentó darles caza por donde eran más fuertes. A veces pasa cuando el cazador no tiene mucha experiencia y el que se defiende es bicho. ¡Ja! ¡Bicho!

Bueno, cuestión que el puercoespín y la tortuga se encuentran en medio de la escapada y se dan cuenta que, aunque distintos, tiene un enemigo común, dañino y peligroso.

El jaguar es torpe pero decidido y no está dispuesto a perder. Entonces va y le pide consejos de cacería a su madre, que era cazadora vieja, de vieja estirpe digamos, así no se ofende nadie acá.

La madre jaguar lo sienta al hijo y le dice: «Mirá, al puercoespín empujalo al río porque se enrolla y es impenetrable pero no sabe nadar, hay que ahogarlo; pero la tortuga nada muy bien, a ella sacale las patas y la cabeza con tu garra porque no puede cerrar esos agujeros que tiene por todos lados su caparazón.» Palabras más palabras menos, porque es diferente a la nuestra la lengua jaguar.

Y el hijo jaguar escuchó atento la historia de su madre.

Pero quizo la fortuna, o la Pacha, o la historia, vaya uno a saber, que el puercoespín y la tortuga andaban escondidos cerca y escucharon toda la conversación.

«Estamos fritos -dijeron-, la vieja ésta nos re picó el boleto. ¿Qué vamos a hacer?»

Y entonces el puercoespín dice: «Si acaso vos pudieras enseñarme a nadar» y la tortuga dice: «Si acaso vos me pudieras ayudar a enrollarme». Se dieron cuenta que el otro tenía un saber que podía salvarlos a los dos.

Y entonces ahí nomás empieza el puercoespín a meterse al agua, al principio ahí nomás a la orilla donde hacia piecito, y de a poco va aprendiendo a nadar con la ayuda de la tortuga que le tira algunos tips.

Y ahí nomás empieza la tortuga a elongar de a poquito como oficinista en clase de yoga bajo la mirada paciente del puercoespín que le enseña a enrrollarse.

Y le meten y le meten y le meten, hasta que de tanta humedad las espinas del puercoespín de a poco se aplastan y se pegan, y hasta que el caparazón de la tortuga se va separando de tanto estirarse.

Y dicen que cuando el jaguar finalmente fue a darles caza se encontró con dos bichos nuevos, que sabían enrrollarse y sabían nadar.

Y que nada pudo contra esas dos mulitas. Las primeras mulitas que nacieron de distinto origen, pero iguales.

Y así las cosas cuando las presas se encuentran y comparten y se reinventan para enfrentar a la muerte que siempre duerme en la garra del depredador.

Capaz hay otras, pero esta es la historia sobre el origen de la mulita que yo me sé.