Con permiso

Ahora o nunca

7-07-2019 / Con Permiso, Lecturas
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El 9 de julio sesionaron y firmaron. «Es voluntad unánime e indudable de estas provincias romper los violentos vínculos que las ligaban a los reyes de España». Después agregaron: «y de toda dominación extranjera».


Ahora o nunca

Por Luciano Debanne.

Era todo un quilombo por aquellos días, un quilombo. Nadie sabía bien en qué iba a terminar aquella revolución de hacía unos años, todos puteados, llenos de internas. Muchas internas.

Y encima el imperio se hacía fuerte, caían en toda América los precarios e incipientes gobiernos populares.

El Congreso estaba reunido desde hacía meses en Tucumán pero era un quilombo. La mitad de los territorios no mandaron representantes, todos puteados con todos.

Hubo que hacerlo en Tucumán porque ahí el ejercito del norte era fuerte y podía garantizar minimamente la seguridad, porque estaba en medio del territorio nacional, porque ahí estaba la tarasca, porque le quedaba lejos a Artigas.

Es que los porteños no aflojaban con su mirada unitaria.

Nos van a cagar, decía Artigas, nos van a cagar. No mandó congresales. Tenía razón, pero no era el momento.

Nos unamos, le escribe San Martín, «para batir a los maturrangos que nos amenazan, y después nos queda tiempo para concluir de cualquier modo nuestros disgustos, en los términos que hallemos por convenientes, sin que haya un tercero en discordia que nos esclavice».

Lo mismo con Estanislao López en Santa Fe: «divididos seremos esclavos; unidos estoy seguro que los batiremos».

La idea es buena pero no es el momento, decían los más conservadores. Ni mierda es ahora o nunca, decía San Martín.

Nos pongamos bajo la tutela de Inglaterra, proponían otros. Ni mierda, decía San Martín.

Ahora, decía, ahora. Déjense de joder y declaren la independencia ahora, pidió San Martín. Pidió es un decir, porque el que pedía era San Martín. Es ahora o nunca.

Mandaba cartas San Martín, operaba, rosqueaba.

Belgrano recién llegado de Europa se reunió en secreto con algunos, contó de Europa, es ahora, dijo.

Lo cierto es que no había condiciones. Pero tampoco había opciones.

El 9 de julio sesionaron. «Es voluntad unánime e indudable de estas provincias romper los violentos vínculos que las ligaban a los reyes de España». Firmaron todos.

Unos día después, agregaron: «y de toda dominación extranjera». Se habían olvidado del detalle, igual que a veces nos olvidamos en estos tiempos. No es casualidad.

Lo importante es que estaba hecho.

El Congreso envió chasquis, con copias del Acta de Independencia: 1500 en español y 1500 en quechua y aymara. Era un país más diverso en aquel entonces, aunque todo fue cambiando después; es que tenía razón Artigas. Pero no era el momento.

La Declaración de Independencia era la carta que faltaba para poner a andar el engranaje que iniciaba el cruce de los Andes y con el una buena parte de la independencia americana.

«¿Qué relaciones podremos emprender, cuando estamos a pupilo?» escribía San Martín en aquel tiempo en que aun no existía FMI pero es como si nos lo dijera a nosotros.

«Ánimo, que para los hombres de coraje se han hecho las empresas.» escribía San Martin en aquel tiempo, hace ya mucho, aunque es como si nos lo dijera, hoy, a nosotros.