Con permiso
Cina-Cina
Mil millones de hojas, todas bailando en la brisa verde de la siesta. El frío del otoño, que su sombra apaña, amohosa el sendero de ladrillos. Y lo embellece.
Por Luciano Debanne.
Baila al viento su delicadeza la rama del cina-cina, despeinada la copa del árbol.
Ausente ahora la flor.
Mil millones de hojas tiene el cina-cina, todas bailando en la brisa verde de la siesta.
El frío del otoño, que su sombra apaña, amohosa el sendero de ladrillos. Y lo embellece.
Dicen que para nada sirve su palo verde: ornamental.
Como si bailar su delicadeza de mil millones de hojas minúsculas en la siesta del otoño no fuera merito en este mundo tan quieto, tan hosco, tan vulgar.
Hay quienes vieron salir de su tronco mariposas verdes.
Alma voladora, árbol de más de un lugar.
Notas relacionadas
Esa condición inigualable de ser tierra y al mismo tiempo mano jardinera; cuidando lo que crece, y siendo, simiente, condición de posibilidad.
No alcanzan nuestras manos. No alcanza nuestra buena voluntad. No alcanzan nuestros cuerpos sumados de uno en uno en medio del remolino ígneo de la desigualdad.
Con su fealdad de deidad pedestre, magnífico, rugoso, eterno en su ida y vuelta del fondo de la tierra al charco efímero de la superficie.