Por Luciano Debanne.
Y me tomé un bondi y después otro. Y crucé varias montañas. Y llegué tarde, ya estaba la gente ahí reunida. Y nos encontramos de nuevo con los mismos de siempre y con otros distintos.
Y ¿qué es una radio? Empezamos. Y después un juego y una reflexión compartida. Y las risas, las palabras y los silencios. Y me contaron de uno que hace cinco años que no toca dinero, y les conté de unos a los que Macri no dejó entrar. Y me dijeron en qué andaban y les conté en qué andábamos. Y nos dijimos hasta mañana y después buen día. Y caminar tres kilómetros hasta el desayuno, con la mirada encendida y la sonrisa poblada, como si estuviera viendo el amanecer.
Y compartimos el pan y el mate, y el sol poniéndose y las sierras violetas de luz.
Y sí se trata de bajar línea, de concientizar, de compartir, de construir sentidos comunes. Y el lenguaje radiofónico, una idea por oración, hacer preguntas abiertas, ordenar la salida al aire.
Y caminé de noche en la oscuridad, charlando bajo el cielo más estrellado del mundo. Y Marx, y Shiva, y Cristina, y la Patafísica. Y dormir un poco y los gallos. Y después salir al aire. ¿Para vos qué nos une? Me preguntaron. Y la respuesta ahí flotando en el mate lavado, iluminada por las lucecitas de la consola, la respuesta ahí ensuciando el mantel de aguayo. Y se hizo de tarde de nuevo, y ya había que irse, la ronda de cierre.
Y los papelitos, la cinta de papel, la despedida, los abrazos, hasta la vuelta, hasta la próxima. Y caminar hasta la ruta, preguntar si ya pasó el que va a Dolores. Esperar.
Y la pregunta flotando en el aire: ¿Qué es una radio comunitaria? Y pegada en la pared que da a la calle, rodeada de afiches de colores, la frase eterna de Cortázar: «Un puente es un hombre cruzando un puente, che.»