Por Luciano Debanne.
Foto: Pedalea como una piba.
Cómo la piba esa que le cruzó la bici al tachero, una bici ¿entendés?, una bici y una piba.
Sola ella, ella y su verdad, ella y su justicia, ella y su coraje, su valor, su seguridad, sus discusiones, sus lecturas, sus militancias, sus mensajitos de wassap, sus tetas sin corpiño en la escuela, sus abortos, sus amigas, sus charlas con raúles, con otras feminazis, femininjas, ella y sus pañuelos verdes en el Congreso y en la calle, y su viejo escuchándola, y sus compañeros, y sus amigos, escuchando, ella sola ahí, tan sola y enorme y filmada en medio de la calle, ella solita y el taxista, que al final le dice te pido disculpas, y capaz le miente, o capaz no, capaz le pide disculpas, no importa, porque es mucho más de lo que uno hubiese imaginado que podía lograr ella sola, solas, ellas solas, sólo ellas, ahí en la calle, en las calles, en los videítos.
Mucho más, muchas más, de lo que uno hubiese imaginado que podía pasar.
No sé, uno la ve ahí frenando todo con nada más que su hartazgo, sus ovarios, y su verdad, y no puede dejar de decir fuaaaaa quien pudiera ser como ella, ahí tan parada, en ese lugar.
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Mirarse el ombligo, hoy
Esa condición inigualable de ser tierra y al mismo tiempo mano jardinera; cuidando lo que crece, y siendo, simiente, condición de posibilidad.
Un mundo incendiándose
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