Por Luciano Debanne.
Tengo un método. No es una doctrina, es sólo un método y con ello una propuesta, para discutir en estos días.
Elegís a alguien, cercano o lejano, alguien a quien no odies. Eso es importante. El odio bloquea cualquier cosa, es demasiado poderoso.
Elegís a alguien y elegís un tema. No puede ser al azar, tiene que ser algo sobre lo que sepas, que te apasione, algo que quieras convidarle a esa persona.
Y entonces te parás al frente, todo vos, sin mezquindad.
Sacás un hacha, puede ser de esas grandes y filosas, o chiquita y rústica, cavernaria. Cada cual según sus posibilidades.
Sacás tu hacha y le das un hachazo en el pecho, un golpe seco o dos. Hasta que llegues al corazón, latiendo. Y metés la mano, toda la mano, sin asco, y le agarrás el corazón. Como si fuera un conejo, firme pero dulcemente.
Y entonces se lo sacás del pecho, sin romper ni una vena, ni una arteria, de las importantes, algo se irá a romper igual. Lo sacás entero. Que te lata en la mano, que te corra la sangre caliente por la muñeca.
Lo sacás y que se airee, el corazón de esa persona, en tu mano. Y entonces le pasás el hacha y te abrís la camisa.
Y así charlas sobre lo que tengas que charlar.
Y cuando terminen le volvés a poner el corazón en su lugar, y le coses las heridas con toda la dulzura de la que seas capaz.
Y le decís chau, nos vemos la próxima, que gusto verte, que no se corte.
Si tenés suerte la próxima vez que se vean te va a regalar su hacha y vos le darás la tuya.