
Por Luciano Debanne.
Acá, ahora mismo, yo profetizo que habrá un mañana.
Que saldrá el sol luego de ponerse.
Qué también vendrá la luna, y ladrarán los perros a las cosas que se mueven,
y maullarán como un llanto los gatos sobre el celo de los techos,
y un pájaro descansará, tranquilo, en su nido gracias a las espinas y a su dolor.
Yo, ahora mismo, profetizo que vendrán nuevos días tras los días viejos,
y será una primavera el mundo, y se mirarán las gentes con gula la boca,
y será el beso, donde era el silencio, el tedio, el miedo, el horror.
Y vendrán los muertos a estar con nosotros, mansamente,
como se lee una carta, o se mira una foto impresa y gastada;
recorriendo una a una las caras, los gestos, la proximidad de los cuerpos.
Y nos tocaran el pelo, milagrosamente, para hacernos resucitar.
Y alcanzará el pan para todos, tan bien repartida la escasez del trigo;
y habrá peces, miles de peces, tantos como quepan en los río y los mares,
dispuestos en mesas largas y comunes; cada persona un comensal.
Yo profetizo que no hay cosa que no acabe, ni final que no comience algo.
Que está servida de milagros la historia para quien sabe buscar;
y que nunca está dicha la última palabra porque hasta los muertos más muertos,
si uno los escucha de nuevo, vuelven a hablar.
Aquí y ahora, yo profetizo, que todo eso va a volver a pasar.