Por Garba.
Me apuro a contarte antes de que se vaya de mi memoria el sueño, porque ya han venido a hablarme de un cableado de la zona y temo que desaparezca.
En el sueño estábamos juntos, felices y enamorados.
¡Me dio una ternura!
Vos tenías un bar, muy amplio con mesas de madera, mucha luz y gente amable trabajando.
En ese bar o restó, había unas comidas al wok servidas en cuencos de cerámica turquesas, y vos, abrazándome mimoso por todo me decías: «¿Cómo no va a haber comida para usted?»
Yo debía ir hasta la casa del Negro por algo, a buscar unas cosas, nos desencontrábamos, él pasaba a dejártelas a vos y vos las guardabas sin mirarlas.
Hablábamos de la ropa seca en la terraza, todo era una excusa para darnos abrazos. Parecía tan chiquita ahí metida entre tus brazotes largos y el cariño.
Hablabas bajito, ¿viste? Los sueños, que cambian de sentido, me daba vuelta y estabas almorzando con alguien, pero apenas aparecía te daba una alegría verme, se mezclaban los arreglos de lo que estaba por pasar en ese lugar.
De repente colgaban una red de voley como un adorno y yo bromeaba sobre hacernos un traje con la red para estar frescos en verano y vos llegabas parado a tocarla, parecía decoración de pescadores.
Después, como en la vida, todo se iba diluyendo, los ruidos del camino, un caballo que paró a comerse los hinojos y los perros ladrando a todo volumen apagaron el sueño que ahora te cuento antes de que desaparezca como la espuma del mar cuando se retira.
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