Por Garba.
Una vez actué en La Serranita para algo a beneficio (no recuerdo qué), y la gente que lo organizaba me regaló un lapacho rosado.
De allí volví con el cajón, la guitarra, el vestuario, los cuentos, y el árbol.
Lo planté cerca de nuestro fogón.
Siempre ha hecho lo que ha querido.
No le han salido flores, pero en un momento pegó un estirón.
Ahora que todo brota, él pierde las hojas.
Esta mañana vi que su corteza comenzó a abrirse, como si quisiera recibirse de lapacho adulto.
Se abre paso hacia arriba entre las moreras y los pinos, siendo su tronco ondulado como una danza garba de la India.
No le pido nada, no me pide nada, somos mutuamente testigos de cómo transcurrimos nuestras existencias.
El día que florezca será seguramente a contrapelo de las estaciones.
Nos dejamos ser.
De eso también se trata la primavera.
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