
Por Luciano Debanne.
¿Y qué vas a hacer con todo eso que se va para siempre?
¿Con los caminos y los enojos y las risas y las montañas llenas de nubes y el sol que sale siempre distinto y nunca igual?
¿Qué vas a hacer con los amaneceres aterciopelados de los días nublados?
¿Qué vas a hacer con los libros leídos, siempre por primera y última vez, con las charlas casuales, con el arrebatado encuentro con otros que vibran en sintonía?
¿Qué con las veredas y sus árboles fuera de lugar, y los festivales pobres de los pueblos chicos y la comida al paso y los cascabeles enormes, nacido gastado su brillo, de las botas viejas y esplendidas del caporal?
¿Qué vas a hacer con los paisajes y con tu huella en el barro blando del camino?
¿Qué vas a hacer con la rudeza de los corrales, con las gallinas flacas y los gallos que cantan a destiempo, y el trabajo de los ladrilleros, con su riqueza marrón de sudor y bosta, secándose al viento?
¿Qué vas hacer con todo eso que sucede por única vez bajo el cielo, eterno y cambiante, a pesar del inútil esfuerzo de la luz por capturarlo todo en pantallas y bites, a pesar de la ilusión de lo abarcable?
¿Qué vas a hacer con todo eso que se va hoy para siempre?