Con Permiso

Ocio

12-01-2020 / Con Permiso, Lecturas
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La verdadera diferencia de clase está entre quienes tienen recursos para pasar temporadas sin usar el tiempo para ganarse el morfi y quienes van de la casa al trabajo y del trabajo a la casa toda su vida.


Ocio

Por Luciano Debanne

La diferencia no la hacen los que más trabajan, la diferencia la hacen los que pueden dedicarle más tiempo al ocio.

Es tan naturalmente así que cuesta ver que no haya miles de políticas públicas y programas y subsidios destinados a que la gente pueda estar al vicio.

¿Alguien puede pensar que un tipo que labura doce o catorce horas, o más, en una mina o empujando piedras para construir pirámides o arreglando la mugre de su amo podría haber inventado la escritura? ¿O descubierto el vínculo entre las constelaciones y los ciclos que marcan la vida humana? ¿En qué momento lo haría?

Para eso hay que tener tiempo de mirar las estrellas, tiempo de dibujar letras o de pensar problemas ingeniosos pero inconducentes para ganarse el pan.

La idea de que el que más trabaja es el que triunfa es una quimera que ni siquiera se comprueba hoy.

La verdadera diferencia de clase está entre quienes tienen recursos para pasar temporadas sin usar el tiempo para ganarse el morfi -y así por ejemplo hacer el secundario, estudiar una carrera, viajar, o desarrollar su ciencia o arte- y quiénes van de la casa al trabajo y del trabajo a la casa toda su vida.

Un progresismo bien entendido tendría que tener como meta final que la gente no labure. Que no tenga que laburar.

Que no necesite vacaciones como dice la canción de Wisin.

Todos planeros, desde el primero al último. Todos con el mismo plan.

Ahí sí que florecerían mil flores.