
Por Garba.
¿Y si la vida diera un vuelco insólito o yo se lo diera?
Leo que buscan una camarera para un bar de Santiago del Estero.
Subo al auto, cargo los perros, las gatas y algunas ropas que no usé mucho, y me voy a las afueras de Santiago.
Allá me alquilo una casita pintada a la cal, celeste y verde viejo, con cortina de tela en la puerta y parra al fondo.
Llego sin historia ni pasado y me instalo a trabajar allí.
Me gano el sueldo y las propinas, soy amable con la gente, hablo poco y me ocupo en acomodar el patio, que siempre necesita manos a la tierra.
Uso todas pilchas frescas, me corto el pelo bien cortito y me pongo aros.
Una vez al mes en los francos, viajo hacia algún otro sitio, me siento en la confitería de la terminal de donde llegue y voy revisando si en otro rincón buscan cocinera, o alguien que pueda hacer tareas de imprenta.
Y así, tramo a tramo, sin atrás, sólo durante, le voy pegando un desconcierto a esta vida para la que me he vuelto tan predecible que la asusto.
¿Qué me delataría?
¿Cantar lindo y en la calle?
¿Este acento mezclado o mi cara de risa?