Por Luciano Debanne.
Llueve una primavera sobre el mundo.
Caricia, esperanza, consuelo.
Celebran las hormonas en los cuerpos jóvenes, las lombrices en el fondo de la tierra, las abejas que descansan su labor de ir y venir en las hojas, la belleza perlada de gotas en el espinillo, el nuevo brote naciendo del tronco quemado, los almanaques que ya desde hace rato no dan para más.
Llueve y se aprimavera el mundo, sonríe.
Como sonríen los amantes su despertar amontonados, como sonríe la cría su alma al contacto con la madre, como la senda que recibe el paso que la define, como la semilla que sabe de la llegada del tiempo de activar.
Llueve una primavera sobre el mundo, canción eterna de reinicio, círculo verde de posibilidad.
Notas relacionadas
Mirarse el ombligo, hoy
Esa condición inigualable de ser tierra y al mismo tiempo mano jardinera; cuidando lo que crece, y siendo, simiente, condición de posibilidad.
Un mundo incendiándose
No alcanzan nuestras manos. No alcanza nuestra buena voluntad. No alcanzan nuestros cuerpos sumados de uno en uno en medio del remolino ígneo de la desigualdad.
