Con Permiso

Juana

7-03-2021 / Con Permiso, Lecturas
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Expulsada del convento por revoltosa, ahí estaba ahora en medio de la noche, desvelada por la batalla que iba a venir; ignorante del futuro de pobreza y olvido al que iban a condenarla en esta tierra tan dada a despreciar a sus héroes, sobre todo si son revolucionarias y mujeres.


Juana

Por Luciano Debanne.

Quizás en un rato finalmente se levante, todavía dolorida por la última batalla, la ahora Teniente Coronel Juana Azurduy.

El nuevo rango se lo dieron hace unos días luego de vencer, junto a unas decenas de jinetes, muchas de ellas mujeres, y cientos de indios que palos nomás tenían, a un renombrado español que hacía las veces de perro del rey.

«Teniente Coronel del Ejército de las Provincias Unidas del Río de la Plata, con derecho al uso de uniforme y sable», le mandaron decir y capaz se rio de tanta cosa formal, ella que ya tenía varias batallas encima y más de una victoria.

Boliviana y expulsada del convento por revoltosa, ahí estaba ahora en medio de la noche, desvelada por la batalla que iba a venir; ignorante del futuro de pobreza y olvido al que iban a condenarla en esta tierra tan dada a despreciar a sus héroes, sobre todo si son revolucionarias y mujeres.

Pero nada de eso sabe ahora Juana, o quizás sí pero hace a un lado todo aquello, y se prepara para la próxima batalla.

Quizás ahora mismo piensa sus estrategias, y quizás las ideas le vienen en forma de órdenes que se imagina dando en castellano y en quechua.

Es que hablaba dos lenguas la libertadora olvidada de Bolivia, la admirada de Belgrano.

«Este pedazo de tierra debería llevar su nombre y no el mío», dicen que dijo mucho después Simón Bolívar, y tenía razón. Pero no se la dieron.

De todas formas todo eso todavía no sucede.

Y quizás ahora mismo da vuelta en la cama Juana Azurduy, su mirada desvelada, clavada en el techo.

Dentro de unos días, el 8 de marzo, encabezará el ejército revolucionario que arrancará de las garras españolas la más preciada joya de los virreinatos americanos: el Cerro Potosí.

La batalla, y toda ella, merecerá ser recordada para siempre en la historia libre de la América.

En esa cama y en su desvelo, ella todavía no piensa en la carta que tendrá que escribir muchos años después, rogando que no la dejen morir de hambre, tan pobre estaba.

Tampoco imagina que terminará enterrada en una fosa común para vergüenza de dos o tres naciones que ayudó a liberar.

Pero para todo eso falta. Ahora mismo ella sólo piensa en marchar el 8 de marzo, marchar en nombre de la revolución de la que es parte y protagonista.

Y en ese sueño libertario, se le va la vida.