
Por Luciano Debanne.
Hay una diferencia entre esperar que llueva y hacer llover, entre alegrarse por lo sucedido y hacer que suceda, entre reconocer los signos de la lluvia y generarla.
Aunque al final del día el olor a tierra mojada, el alivio y, eventualmente, el resultado sea el mismo.
Dicen que cuando la víbora anda sin dejar rastro, al final llueve.
Dicen que cuando acechan los cuervos, tarde o temprano llueve.
Dicen que cuando uno ve muchos alguaciles juntos, llueve.
Para que llueva algunos dicen que hay que tirar los sapos al pozo y otros que hay que pedirle a Pukllay, que es dios de lluvia, pero fundamentalmente dios menesteroso de alegría, goce y placeres.
Vaya uno a saber.
Lo que si es evidente es que no es lo mismo hacer llover, que esperar que llueva.