Por Luciano Debanne.
Acopien la madera para el fuego
alrededor del cual bailaremos pronto.
Abracen a los propios
como se abrazan los marinos al divisar el faro, la tierra, el hogar.
Apronten las herramientas
que está por comenzar la faena.
Calienten el agua y el salón.
Que vienen a reunirse con nosotros,
desde el fondo de los tiempos,
y desde la proximidad de la historia chica,
desde las cuadras vecinas,
y desde ignotas distancias,
vienen al encuentro nuevamente
quienes marcharon al exilio,
al olvido, al desdén, a la pena,
a la tarea ardua de seguir con vida.
Volverán ahora
caminado en medio de la noche,
llegarán junto con el sol,
y se impone un recibimiento acorde.
Saquen de los baúles los manteles buenos,
y las conservas mejores,
los vinos, los fiambres y las frutas,
que serán de fiesta los días venideros.
De fiesta y de labor.
Notas relacionadas
Mirarse el ombligo, hoy
Esa condición inigualable de ser tierra y al mismo tiempo mano jardinera; cuidando lo que crece, y siendo, simiente, condición de posibilidad.
Un mundo incendiándose
No alcanzan nuestras manos. No alcanza nuestra buena voluntad. No alcanzan nuestros cuerpos sumados de uno en uno en medio del remolino ígneo de la desigualdad.
