¿Alguien lleva la cuenta de cuándo comenzó este llanto añoso que insiste en no irse más?
Con Permiso

Si el mundo se aniebla
Hay una magia de cerrazón y ceguera, que te obliga a sacar la vista de afuera y mirar más para acá.

En la olla de la historia
Como la gente haciendo puchero, caracú de los vaivenes, el corazón lleno, yendo al hueso, para mantener la panza contenta, donde comen dos comen tres, como en el milagro de los panes y los peces,

En medio del lío
Días de mirar por la ventana, tomar a sorbos bebidas calientes, escribir o leer que al final son lo mismo. Días de ver el mundo mojado y mojándose.

Estos miserables
Con su humanidad enchastrada mancillando la nuestra; obligándonos a convivir, a ser parte de su misma mugre, de su miseria y su crueldad.

Aman odiar
La música que no les gusta, la gente que no se les parece, los textos que no entienden, en nombre del buen gusto, de la razón, de dios y sus santos, del mercado y del prestado, de sus penas y desgracias,

Una astilla como horizonte
De cegueras y distancias están hechos los quiebres y los quebrados. Después se le puede echar la culpa a cualquier cosa: los malos, los tontos, los mercados internacionales, la radio o la televisión.

Cuando sopla el viento
Es como un anuncio de lo que está viniendo. Y sabe el pecho, el medio del pecho, nido, casa, guarida, madriguera de los sentimientos.

Desempolven la épica, poetas
Vean cómo amanece, primero el verbo, con la plegaria que pide y pidiendo crea, las manos al cielo, los pies en la tierra.