Por Luciano Debanne.
Esta persistente llovizna.
Como un constante recordatorio de agua.
Como un río chiquito desbordando desde más allá de nuestros voluntariosos diques.
Como millones y millones de relicarios cayéndonos encima con los rostros de los ahogados en estos años de la inundación.
¿Alguien lleva la cuenta de cuándo comenzó este llanto añoso que insiste en no irse más?
Estúpidos vendedores de paraguas, con sus negocios de humedad.
Estúpidos poetas melancólicos, regodeándose en la belleza de la desolación.
Estúpidos meteorólogos de pantalla, anunciando lo que no pasa ni pasó.
Estúpidos los danzantes que bailaron para que la lluvia llegue.
¿Hace cuánto que llueve sobre nuestras noches estrelladas esta inundación?
Que alguien trace la cruz de sal en la plaza.
Que alguien clave de una buena vez el cuchillo, en su corazón.
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