
Por Garba.
Corría el ’38 y una mujer en Buenos Aires paría en la maternidad Sardá a su primera hija.
En su casa se acostumbraba reunirse en torno a la radio, luz baja, montonera y escucha.
Pero claro, esa madrugada, todo era un revuelo.
Muy lejos de allí, Orson Wells contaba una historia inverosímil en la radio sobre una invasión alienígena y ordas de gente intentaban escapar de Nueva York tirándose por los puentes colgantes o amontonándose en las rutas.
La mañana me sorprende mirando el ventanal, la nada y el todo al mismo tiempo, mientras espero que la pava esté a punto para el mate.
En la radio hablan de la verdad verdura que depende más de cómo corren las noticias y cuántas veces se repiten.
Citan a Orson Wells, remarcan el año, mi madre naciendo justo cuando el fin del mundo imaginado y dicho en el dial se acercaba, mi abuela sin saberlo, ocupada en parirla para abrirnos el futuro a quienes vinimos después.
Y yo acá, con ustedes, siguiendo el hilo de los acontecimientos.