Con Permiso

Un resguardo

31-03-2019 / Con Permiso, Lecturas
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Como quien anota en un papelito lo que es y lo que cree. Las derrotas, los miedos, los fantasmas. Los huesos adoloridos, la risa acurrucada. El privilegio del plan. Los diarios, la calle y un poema.


Un resguardo

Por Luciano Debanne.

Voy a escribir por las dudas, preventivamente. Voy a escribir por si todo empeora, por si sale mal, o se rompe, o me pierdo y termino en ningún lugar.

Voy a escribir sobre el sol de hoy, y sobre las derrotas, sobre mis miedos, y sobre las empecinadas enredaderas que no se dieron cuenta que es otoño y florecieron igual. Y sobre los sapos que hibernan o duermen o se disponen, amuchados en la maceta, a dejarse estar.

Voy a escribir sobre los huesos adoloridos, y sobre lo mucho que me molesta la muela del juicio, y sobre la incomparable sensación del aire entrando y saliendo, ahora mismo, de mi cuerpo vivo. Sobre mis arrugas, y mis uñas, y mi barba siempre en crecimiento imperceptible.

Sobre lo que quiero, y lo que quise. Sobre los que quiero y los que quise. Sobre la risa acurrucada en los ojos de tanto mirar a mi niño reír.

Voy a escribir sobre la ropa que me cubre, y el privilegio de la ausencia del hambre, el privilegio del pan; sobre la sensación esta de después de leer los diarios, sobre el imbécil ese que me crucé en la calle, y sobre el poema que leí ayer o anteayer, por primera vez. Y quizás por última.

Voy a intentar dar cuenta de esto que se arrastra conmigo a veces como una mascota fiel y mansa, que me acompaña con la parsimonia de lo inevitable. A veces como un arrebato, como una fiera en carrera hacia su presa, como una tormenta, como nos persiguen los fantasmas de las cosas que no supimos saldar.

Voy a escribir sobre todo esto, tan familiar y tan cambiante; como una sombra que va mutando conforme gira el sol, o mejor, conforme nosotros giramos, aunque parezcamos tan quietos.

Voy a escribir por las dudas, para el futuro, como quien anota en un papelito lo que es y lo que cree, y lo mete en una caja de zapatos o en una botellita de plástico, y le enrosca la tapa, con fuerza; y hace un pozo, un pozo hondo, hondo, en el patio trasero de su corazón.

Y ahí lo deja, para desenterrarlo más adelante, cuando haga falta recordar, o ser recordado por lo que fue y, sobre todo, por lo que quiso ser.

Voy a intentar escribir sobre todo esto. Como un resguardo, como quien entierra las armas para salvaguardarse en los tiempos que vendrán.