Por Luciano Debanne.
El papá de la computadora era puto. Re puto.
Alan Turing era de todo, además de puto: matemático, biólogo, lógico, criptógrafo, filósofo.
Durante la II Guerra Mundial, se puso y descifró el código secreto de los comunicados nazis. Alemania utilizaba para encriptar mensajes su máquina Enigma. Turing era director de la sección Enigma, en la instalación militar Bletchley Park. Un lugar lleno de nerds de las matemáticas y el lenguaje, unas nueve mil personas dedicadas a descifrar códigos secretos enemigos. Es la parte del espionaje que no te muestran en las películas de James Bond… Quizás porque el 70% de quienes trabajaban ahí eran mujeres.
Se estima que los aportes de Turing y su equipo para descifrar códigos redujo más de dos años la guerra.
Tiempo más tarde, diseñó una de las primeras computadoras y los rudimentos de lo que hoy conocemos como lenguaje de programación. Ya antes había hecho aportes centrales consolidando los conceptos de algoritmo, y desarrollando los primeros pasos de la inteligencia artificial.
Su nombre está grabado en cada cosa que usamos hoy y en muchas que ni sabemos que existen, ni podríamos nosotros explicar ni entender, pero están ahí, inventando nuestro futuro.
En 1952, le entraron a robar a la casa, y fue a hacer la denuncia. Durante la investigación, Alan Turing declaró su homosexualidad. El estado inglés le imputó los cargos de «gross indecency»: indecencia grave y perversión sexual.
Por puto.
Sostuvo que no tenía nada de qué disculparse. Reafirmó su homosexualidad frente a los tribunales. Lo condenaron a la castración química.
El procedimiento le causó múltiples trastornos y padecimientos físicos.
Dos años después, Alan Turing envenenó una manzana con cianuro y le dio un mordisco, suicidándose a los 41 años.
Hay quienes dicen que la empresa Apple rememora en su nombre esta historia y rinde homenaje. Sería lindo que brillara el orgullo de Turing en la contratapa de los aparatos que ayudó a crear, pero vaya uno a saber.
Lo que sí es un hecho es que hoy los mas acérrimos homo-odiantes escriben su odio bobo en bytes gracias a la genialidad del padre, puto, de nuestra era.