Por Luciano Debanne.
Tendrás tu canción y tu tormenta, tu protesta.
Tendrás tu estatua y quien la voltee, tus traidores, tus inmiscuidos, sus tretas.
Tendrás la potestad de las armas, y su destino de pérdida.
Tendrás tus días de furia y de mierda.
Tendrás el poder de decir que si, y de decir que no.
Tendrás opciones, y al mismo tiempo ninguna opción.
Tendrás que pensar por encima de tu propia sombra.
Tendrás que decidir más allá de las normas.
Tendrás que ser la medida de las cosas.
Tendrás que elegir si marchar a la guerra o rendir la tropa,
necesariamente a costa de la sangre de otros y otras.
Tendrás un destino de prosperidad, y por eso mismo, de estallido,
jugando a la ruleta rusa en cada latido.
Tendrás aliados y críticos acérrimos, tendrás comprensión y tendrás desprecio.
Tendrás que apostar todo lo construido, a riesgo de ser vencida.
El riesgo superando la ganancia con creces.
Tendrás que rendir cuentas, como nunca nadie antes.
Tendrás que ser precisa, sagaz, estratégica.
Tendrás que acertar todas las veces. Tendrás que ser cuidadosa y herética.
Y aún así, hay chances de que no se pueda.
Así es renacer la vida en esta tierra yerma.
Siempre está a la mano la derrota.
El triunfo es el amor del pueblo, su memoria.
Y un niño menos que se muere con la panza hinchada, como una pelota.
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Mirarse el ombligo, hoy
Esa condición inigualable de ser tierra y al mismo tiempo mano jardinera; cuidando lo que crece, y siendo, simiente, condición de posibilidad.
Un mundo incendiándose
No alcanzan nuestras manos. No alcanza nuestra buena voluntad. No alcanzan nuestros cuerpos sumados de uno en uno en medio del remolino ígneo de la desigualdad.
