Por Luciano Debanne.
Vamos a cambiarlo todo. Vamos a nombrar todo de nuevo, llamaremos a las cosas por su nombre, su nuevo nombre, nuestros nombres. Al pan le diremos pan y al vino le diremos vino; y así con todo.
Vamos a hacer que las cosas se llamen como nosotros queremos. Le vamos a decir amor al amor, y hogar al hogar, y cárcel a las cárceles. Le vamos a decir frío al frío, y hambre al hambre.
A la pena, la llamaremos pena. Así, sin más.
Le vamos a poner palabras nuevas a las cosas, vamos a explicar el universo otra vez, a crearlo otra vez, a ordenarlo otra vez. Diremos cielo al cielo, y techo al techo. Y cuando digamos afuera será afuera, y cuando digamos adentro será adentro.
Vamos a usar las palabras como hace mucho que no son usadas. Las vamos a usar a todas. Diremos alegría y diremos hijo y diremos calor y mandarinas y asado y fuego y amigos y barrio. Diremos calle, esquina, música. Todo vamos a decir, todo de nuevo.
Le vamos a decir policía a la policía. Le vamos a decir encierro al encierro. Le vamos a decir discriminación a la discriminación. Pobreza a la pobreza. Y a la muerte, a la muerte le vamos a decir muerte.
Vamos a mandar todo a la mierda, a que se vayan todos a cagar, vamos a amotinar el mundo, y vamos a nombrarlo todo de nuevo.
Quizás con nuestras palabras, quizás con palabras prestadas, quizás haya que robarlas, robárselas. No importa, eso no importa. Lo que importa es que vamos a hacer que las palabras digan de nuevo el mundo. Capaz igual, más o menos igual.
Pero esta vez con nosotros adentro: con nosotros adentro del mundo, y afuera de acá.