Por Garba.
A mi tía Martha no le gustaba que la llamáramos Beatriz. Decíamos Bety y nos reíamos.
Es muy fuerte el lazo que construimos en las familias: vas creciendo y te vas buscando entre lxs tuyxs.
Por esas cosas de la costumbre mis abuelxs les habían puesto a las tres hijas dos nombres. La primera, mi madre, Ana María, los podía usar a ambos, pero las otras dos… Graciela Claudina por la finada Claudina… y Martha Beatriz vaya a saberse por qué Bety.
-Peor es Claudina -repetíamos en la sobremesa de las fotos y la tía Graciela Claudina se ofendía.
-Chicas, qué cruel que he sido -decía mi abuela mientras también se reía con ganas y con ruido.
Me quedo mirando la risa de mi tía en la foto, su plenitud entre sus hijxs. Su manera de atravesar la vida con valentía.
-«Sos hija mía», si no fuera por la nariz de gancho que heredé de la tía Luisa, somos iguales. Pero tu madre te dio esa nariz de poroto que te queda bien.
Me gusta pensar como pedacitos: el humor de una, la risa de otra, los pelos más antiguos de las africanas, y la belleza de todas.
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