Por Luciano Debanne.
La política, o un país, puede ser pensada como una selva, o como un huerto.
Si usted piensa en la selva, piensa el poder como la capacidad de comerse al resto y que no lo coman. Y entonces aspira a león.
Si usted piensa en un huerto, piensa al poder como la tarea de hacer que todo crezca al máximo de sus posibilidades.
A pesar de las plagas, las sequías, la calidad de la tierra, el poco o mucho sol.
Y entonces la tarea es ordenar, llevar donde falta, repartir donde sobra. Sembrar flores para que hasta los bichos más pequeños hagan también su tarea minúscula pero imprescindible en el polen.
Si usted piensa en un huerto, hasta la mierda es abono si se sabe administrar, y una cosa alimenta la otra en unión y equidad.
En un huerto todo es diferente a si se piensa la política, un país, desde la ley de la selva.
Y entonces es cosa distinta la libertad.
Ya no es poder comerse a otros sin consecuencias.
En un huerto se trata de crecer todos, y crecer fuertes, y desarrollarnos hasta florecer al sol, fruto y semilla para el futuro.
En un huerto ya no es individual la libertad, sino desarrollo pleno en comunidad.
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Las palabras que sepamos inventar
Comenzar otra vez, como la semilla, que trae en sí su pasado de flor, de rama, de tierra, de agua, de viento. Y entonces hay esperanzas. Nacerá de ahí el reparo del futuro, la sombra, el alimento, el oxígeno.
Vive naciendo
Rompe el presente al nacer, como se rompe la tierra bajo la fuerza inocente, poderosa, gentil, milagrosa, del brote.
