Por Luciano Debanne.
Que vuelva el quilombo, las discusiones entre propios, los enojos menores, las victorias grandes. Las calles carnavalescas repletas de amores.
Que vuelva la fiesta.
Que vuelvan las cuotas, y el aire en verano. La peluquería, la clase de ritmo, la compra imprevista, las cenas afuera.
Que vuelva la sidra que parece cara, al frezzer y a la mesa.
Que vuelvan las marchas que sí, y el olor a choripan cada fecha patria.
Que vuelvan los planes, los subsidios, las ayudas y toda esa mierda.
Que volvamos a usar, sin motivo aparente, las escarapelas.
Que vuelvan las risas, los trapos, las cañas, la rosca interna, las pintadas sueltas.
Que vuelva a la casa la piba que hace unos meses se fue a la ruta, con la ropa buena.
Que vuelvan los que hoy salen, que puedan volver, que no los desaparezcan.
Que vuelvan a los hospitales los médicos y las médicas.
Que vuelvan las netbooks. Los libros. El fútbol. Las plazas repletas. La guita bajando, corriendo como agua fresca, para las universidad, y la escuela, y el arte, y la ciencia. Y para pagar el sonido de las marchas de protesta.
Que vuelvan las leyes que van para adelante, y los feriados puentes.
Que vuelvan los viajes, las vacaciones, el todo cubierto en la playa y las sierras.
Que vuelva el verano, la farra, la gente dispuesta.
Que vuelvan las risas, los asados buenos, los vinos careta, que vuelva la música que no se lamenta.
Que vuelva la fiesta.
Después ya veremos, ahora que vuelva.
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Mirarse el ombligo, hoy
Esa condición inigualable de ser tierra y al mismo tiempo mano jardinera; cuidando lo que crece, y siendo, simiente, condición de posibilidad.
Un mundo incendiándose
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