Por Luciano Debanne.
Hoy cuando caminemos las calles, amuchados entre risas y tambores, midiendo mentalmente el billete para comprar el choripán, suspendiendo inocentemente la pregunta sobre cómo carajo vamos a volver a casa, relojeando al resto de los festejantes para encontrar el saludo o la mirada…
Hoy cuando andemos amontonados las calles, todos caminando en una misma dirección, al paso lento que nos permitimos en los tiempos de ahora, y miremos hacia arriba a ver qué hacen en los balcones, intentando adivinar de quién es el dron…
Cuando las banderas, y las bengalas, y las pecheras, y la sonidera estruendosa de la banda gremial, y los cantos al viento, y los pañuelos…
Hoy cuando andemos las calles como si fueran nuestras y vivamos la marcha como se disfruta una fiesta…
Que no se nos borren de los ojos los muertos, los torturados, los presos, los cagados de hambre, el dolor.
Que no se nos escape el olor del humo que sale de las barricadas, de la pólvora, de la transpiración equina de la caballería atacando, del gas.
Que no se nos sequen las lágrimas al sol.
Que la celebración de la desobediencia, el carnaval de nuestras rebeliones, se acaricie las cicatrices de los lonjazos y abrace a los fantasmas que nos cobijan, amorosamente, desde el fondo de la historia.
Que la alegría de ser nazca de lo que aún no es, ni pudo ser antes, porque no lo dejaron.
Que sea Memoria. Alegre Memoria festiva, pero Memoria.
Que no se sepa, que no podamos distinguir nosotros, si es celebración, duelo, o batalla.
Y que en esa encrucijada, sepamos ser.
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