
Por Luciano Debanne.
Escribir poemas es como armar el Jenga,
hacer volar piedras o torcer cucharas con la mente,
doblar papelitos en un origami,
arreglar un juguete,
pararse de manos,
lograr que vuele un barrilete,
o resolver una operación matemática en un manual.
O cualquiera de esas magias inútiles.
Escribir poemas es leer algo que no está escrito,
descubrir una cosa,
entender pero no poder terminar de explicar.
Es como cuando contás estrellas,
hormigas,
o mojarras,
o cuando te escapás corriendo del agua
bajo la lluvia, o a la orilla del mar.
Escribir poemas es perder el tiempo,
que igual no es tuyo,
es una afrenta a la productividad.
Escribir poemas es jugar al ring raje,
en la puerta de lo racional;
aunque después te atrapen
cagándote de risa.
Si total,
¿de qué te van a acusar?
¿De romper la modorra de la siesta,
de andar molestando,
de boludear?
Culpable, qué más da.