Con permiso

Pobres y andantes

20-12-2020 / Con Permiso, Lecturas
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Tres viajeros marchan a través del desierto y de la historia. Dos son puro esfuerzo, el otro es el futuro.


Pobres y andantes

Por Luciano Debanne.

Poco a poco se acercan esos tres viajeros a su destino. Dicen las historias que uno anda a pie, la otra en mula y el tercero aun no nace, pero viaja. Pobres los tres, hijos del pueblo. Pobres y andantes.

Esto, que podría suceder ahora mismo en muchos lugares de nuestro país, pasó hace miles de años, en tierras lejanas y desérticas.

Algunos dicen que viajan para cumplir con la ley del estado, que por esa época mandaba que todos se censen; otros dirán que caminan hacia el destino. Yo no sé, ha de haber verdad en las dos versiones, que como casi siempre deben ser dimensiones, capas, de una historia que las subsume y las trasciende. Como un panqueque en la torre de panqueques de la cena de navidad.

Lo cierto es que los cuatro que contaron esta historia por primera vez coinciden en que esos tres viajeros pobres marchan a través del desierto y de la historia. Dos andan y uno es llevado, carne de la carne, en el vientre de su madre. Esa es una verdad que se repite.

Un poco antes, esa marcha había sido anunciada por un loco que redimía a las personas -en pelotas y a los gritos como nuestros paisanos los indios, diría San Martín- , en las orillas de los ríos.

Juan se llamaba, y él decía: «Detrás de mí viene uno, que es antes de mí, porque era primero que yo. Detrás de mí viene alguien que es antes que yo, que aunque viene después está primero.»

¿Escuchaste bien? Detrás de mí viene alguien que es antes que yo, que aunque viene después está primero. Eso decía Juan, al que llamaban el Bautista: aunque viene después está primero. Impresionante.

No sólo eso decía Juan el Bautista, que según cuentan era visionario y cabrón. Ahí, junto al agua de un río pedregoso -como son pedregosos los ríos fríos de nuestro sur-, Juan anunciaba el futuro: «Ya está puesta el hacha a la raíz de los arboles -bramaba-, el árbol que no produce buen fruto será cortado y arrojado al fuego.» Se lo decía a los que venían disfrazados de corderos pero eran altos lobos feroces. Ya está puesta el hacha a la raíz de los árboles, jodé nomás.

Y la gente le preguntaba: «¿Qué debemos hacer entonces?»

Y Juan te tiraba la posta: «El que tenga dos túnicas, dé una al que no tiene; y el que tenga qué comer, haga otro tanto». Y algunos dudaban viste, pero el loco seguía agitando: «En medio de ustedes está uno a quien todavía no conocen, de ese tipo yo, a quien ustedes ven como un salvador, no soy digno ni de llevarle las crocs.»

Eso dicen que decía Juan a quienes desde lejos venían compungidos a redimirse: «¿Ustedes dudan de esto que les digo? -se reía El Bautista-, no saben la que se viene.»

«Yo bautizo en agua» -gritaba Juan con el agua hasta las verijas- «él los bautizará en fuego.»

En fuego, decía el loco, y a mí se me viene la imagen de los autos ardiendo en las calles del Cordobazo, de las llantas quemadas en Cutral Co o en ese diciembre de no hace tanto, se me viene la imagen de las paredes humeantes de la casa radical esa vez que…

Pero me desvié, porque esa historia seguro que todos ya la conocen, lo que quería contarles es que poco a poco se acercan esos tres viajeros a su destino.

Dos son puro esfuerzo, les sotienen los pasos cansados su amor, su fe y su esperanza. Y poco más.

El otro es el futuro. Va a nacer dentro de poco y trae el fuego dentro de sí.