Astilla

Otro juego

7-10-2021 / Astilla, Lecturas
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En el casco de la finca vivíamos dos personas que adentro teníamos los relojes invertidos, la misma predilección por la aventura, por la extranjería y el desparpajo.


Otro juego

Por Garba.

En el casco de la finca vivíamos dos personas.

A veces salíamos a andar a caballo. Mi yegua negra Silvia no era tan rápida como Rosa, que había sido rescatada de las carreras, pero encontrábamos un paso común hasta llegar a las lagunas.

Mirábamos el paisaje de ensueño, tras una estampida compartida, y me dijo que yo llevaba la dicha en la cara, que nunca había visto en todos sus años de cine y africanías un rostro tan afro y tan blanco que contara así la alegría en sus gestos.

Es el lugar que saca de mí lo mejor, contesté.

Nos quedábamos en silencio dejándonos atravesar por ese momento de gloria.

«No hace falta conversar».

Volvíamos a paso lento, bordeábamos el río Las Conchas, que estaba bajo y manso. Recorríamos los frutales robando uvas, higos negros, melones de don Soriano, y pasábamos a saludar a las cabras.

Todas tenían nombre.

María Eugenia era mi favorita, o yo de ella, apenas veía acercarse la mata corría hasta dónde estaba.

Tenía la columna desviada porque la había agarrado un chivo grande de muy niña y había quedado frágil y curva.

En el casco de la finca vivíamos dos personas que adentro teníamos los relojes invertidos, la misma predilección por la aventura, por la extranjería y el desparpajo.

Pasábamos días sin cruzar palabra.

Disfrutábamos la novedad de que no hablarnos no fuese una disputa, sino otro juego.