Con permiso

No es el pan, es la torta

18-09-2022 / Con Permiso, Lecturas
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No es techo, tierra y trabajo. Es que el finde empiece el jueves, festejar los cumpleaños, tener para el baile, comprar en cuotas, mandar a la piba a la universidad. Es poder andar contentos, quererse en paz.


No es el pan, es la torta

Por Luciano Debanne.

No es el pan, es la torta.

Las facturas con crema arriba, las latas, el vino, asado una vez por semana mínimo, gaseosa en la mesa, tener de la buena, morfar afuera. Irse de vacaciones, cobrar siempre un poco más.

No son las masas desalienadas y sufrientes llegando como hordas de desposeídos descalzos a gobernar; es el aluvión ATR, copando la escena, afanando las joyerías de los chetos, comiendo en el shopping, metiendo las patas en la fuente porque hace calor. Es el aire en la pieza y el tele grande conectado a la play.

No es techo, tierra y trabajo. Es salir el finde, y que el finde empiece el jueves, festejar los cumpleaños, tener para el baile, comprar en cuotas, mandar a la piba a la universidad, pegar los francos con los feriados puentes, comprarle un regalo a la vieja, clavar teléfono nuevo, alta llanta, cinco ladrillos por carretilla como dice el convenio, ni uno más.

Es el choripán en la calle, la reunión de las viejas con mate dulce en la unidad básica, el viaje con el centro de jubilados, el puntero consiguiendo las chapas y cagando a trompadas al cana violín, la guardería del gremio, los actos a rabiar, el tío borracho gritando viva Perón carajo en el casamiento de puro contento, de pura alegría, de pura fiesta. Es la monada haciéndose respetar.

No es la dignidad del sueldo ganado con el sudor de la frente; es la tranquilidad del plan, de la casa en cuotas fijas del Estado para dejarle a los hijos, de saber que al final conviene ser empleado público, vacaciones pagas, aguinaldo, días por mudanza, faltazo con artículo, título y antigüedad.

La fascinación de los pibes y de la maestra con la computadora del Conectar, para meterle juegos y pasar música, y mirar el face. El campeonato en Mardel, el día del niño, la bicicleta sorteada, la pileta municipal.

Es que haya opciones, poder elegir para dónde, sentir que se avanza, ir al dentista, comprar los remedios, no cagarse de hambre, meterle al laburo cuando hay que meterle y también poder quedarse a ranchear.

Es morirse cuando toca, no diez años antes, por una gripe de mierda, tirado en la calle en vez de en la cama de un hospital.

Es sentir que el que gobierna está de tu lado, aunque no seas vos, aunque tenga más guita, aunque se quede una parte, aunque admitas que hay una distancia imposible de salvar.

No es cambiar el mundo, hacer la revolución, que el proletariado y los desposeídos y el lumpenaje no sé qué cosa; es poder andar contentos, hacer la propia, cagarse de risa, despreocuparse, quererse en paz.

Es llegar lo más cerca que se pueda, cotidianamente, a esa cosa esquiva que se siente, a veces, como felicidad.