Por Luciano Debanne.
Miren cómo explota el cielo nuestra alegría pirotécnica, de cornetas, y cantos, y remeras enrolladas volando, volando.
Miren cómo andan todos machaditos de esperanza y esa sensación que arremolina tanto, torbellino alrededor, tanta cosa.
Miren cómo se hunde en la tierra, raíces nuestras, esa felicidad chiquita de andar contentos, amontonados y contentos, fiesta patria, festival gratis bajo el sol, nuestro sol, cielo, nube, río, mar, lago y al medio el sol. Sean eternos los laureles, primero a los gritos, después despacito, melancólico.
Miren cómo se agita, manija, la creatividad del pueblo, su poesía de esquina y wasap, de mesa y plaza, tribuna y sillón.
Miren cómo nace la dicha de ser parte, en la mirada de las chicas y de los chicos, y sus grandes bailando la fiesta, cantando el abrazo, brindado por nada, por nada, solo esa cosa de juntos, esa unión.
Miren cómo se memea, menea, la vida atolondrada, tiki taka, pasaje al cielo, tuki, brilla la amistad tan nuestra, nuestro cariño identidad amor, en las pantallas y la televisión.
Miren cómo acaba el año, que no es sólo el año, es una racha, con un nacimiento, que es cierre y comienzo, resultado y condición de posibilidad, leyenda viva de un pueblo confirmando que sí somos y entonces sí soy.
Notas relacionadas
Mirarse el ombligo, hoy
Esa condición inigualable de ser tierra y al mismo tiempo mano jardinera; cuidando lo que crece, y siendo, simiente, condición de posibilidad.
Un mundo incendiándose
No alcanzan nuestras manos. No alcanza nuestra buena voluntad. No alcanzan nuestros cuerpos sumados de uno en uno en medio del remolino ígneo de la desigualdad.
