Con Permiso

Lejos y solo

19-08-2018 / Con Permiso, Lecturas
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Temido por los administradores del poder. Odiado por los militares de mente estrecha. Expulsado de la vida política por los conservadores de siempre. Denle mi sable a Rosas, dijo, y fue una metáfora.


Lejos y solo

Por Luciano Debanne.

Se acaba de morir el padre de la patria, lejos y solo. Se murió hace unos minutos, a las tres de la tarde el tipo que se ganó el privilegio de que su gente lo llame «El Libertador».

Sin embargo nosotros no nos vamos a enterar hasta dentro de varios días cuando lleguen noticias desde Europa, donde fue a morirse de pena, de traición y de olvido.

Expulsado de la vida política por los conservadores de siempre que prefieren una figurita más en la revista Billiken antes que un tipo liberando a los pueblos.

Repudiado con amables celebraciones por los historiadores oficiales que lo condenaron a ser un busto y un feriado largo, una institución, una escuela sarmientina con su nombre.

Temido por los administradores del poder que prefieren celebrar su estatua ecuestre cagada por las palomas y sucia del humo que se pega en las cosas que no se mueven antes que al traidor a su clase que se hermanó con los indios en sus desdichas y sobre todo en su coraje.

Odiado por los militares de mente estrecha que nunca le van a perdonar que haya sido masón, intelectual y sobre todo revolucionario. No le perdonarán que haya soñado como Bolívar, que la patria no es una frontera, ni una bandera, ni un gobierno, que la patria es la América, que si no liberamos a todo el continente no hay destino para nadie.

Amado por los pobres, los indios, los negros, las mujeres, los que iban a morir. Amado hasta la muerte por aquellos que desplegaban sus sables bajo su orden. Como el bueno de Cabral, soldado heroico, que rindió su vida, volviéndose inmortal.

Se acaba de morir el mejor de nosotros, como se murieron de pobreza, de abandono y de asesinato, todos aquellos que lucharon con él.

Denle mi sable a Rosas, dijo, y con eso señaló un rumbo para todos los futuros venideros; porque no sólo había sido capaz de armar un plan para liberar todo un continente sino que fue capaz de leer los avatares futuros de esta tierra bendecida por dios y maldecida por el imperialismo.

Denle mi sable a Rosas, dijo, y fue una metáfora para todos nosotros, que hoy estamos acá viéndolo en la tele enseñarle a un pendejito de Clorinda, Formosa, que sólo queda ser libres, que lo demás no importa nada.

Y el pendejito levanta su espada de madera y con él nosotros, nosotros y nuestros hijos, y suena de fondo la más maravillosa música, y se para sobre sus patas traseras un corcel blanco, que es en realidad una mula, pero que servirá igual para llevar adelante la gesta más hermosa de todos los tiempos, la de la liberación.