Por Luciano Debanne.
Yo digo que le entremos nomás.
Sin andar dándole vueltas al asunto:
que quizás, que tal vez,
que a lo mejor, que uno de estos días.
Le entremos nomás.
Decididamente, apasionadamente,
qué se yo: a riesgo.
Que el mundo no es para cagones,
ni la moneda cae nunca del lado de la duda.
Yo digo que le entremos nomás.
A mi me parece, humildemente,
que hay que entrarle nomás,
así como viene, en el aire, a todo o nada.
Escondiendo las precauciones en la grupa,
para que no estorben al desensillar,
con la hoja fuera de la vaina
para que sea rápido y sea decisivo.
Le entremos nomás.
Como la bandera que galopa adelante,
como la prosa encendida de una arenga,
como un kiai que nace directo del estómago
y lleva consigo la fuerza completa del golpe,
desde sus causas hasta sus efectos.
Como se toca el timbre antes de salir corriendo,
como se cazan mandarinas en el árbol de la vecina,
como se salta de un puente.
Le entremos.
Como se roba el primer beso,
antes de todos los demás.
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