Por Luciano Debanne.
Vienen marchando las tropas del odio.
Marcan el paso sin detenerse, se muestran y hacen gala de su arsenal.
Con sus referentes y embajadores; sus extremistas y sus moderados; sus ideólogos y publicistas; sus candidatos y sus mercenarios trabajando al mejor postor.
Vienen marchando las tropas del odio.
Saludan con la venia al palco que los aplaude desde los programas periodísticos de la radio, los portales y la televisión.
Gritan al verlos un estudiado grito de guerra, engalanado y marcial.
Vienen con sus mártires y sus discursos encendidos; con sus salvajes, primitivos y violentos, y sus intelectuales de monóculo y gafas de modas; con sus estrellas glamorosas y sus héroes de afiche y like.
Vienen marchando las tropas del odio.
Marcan la agenda, demuestran, asustan; asoman sus colmillos y develan su mirada de codicia.
Dejan ver sus insignias de tanto en tanto, aunque aún no puedan desprenderse del disfraz de buena gente de bien que los apaña y legitima.
Vienen marchando las tropas del odio.
Vuelven.
Y entonces hay que preguntarse: ¿y ahora qué vamos a hacer?
¿Qué vamos a hacer?
Y esa pregunta puede sonar a desesperación o a estrategia.
Y ahí quizás se juega, cotidiana, la historia.