Con permiso

La tormenta que somos

24-11-2019 / Con Permiso, Lecturas
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Sobre las calles y los cordones policiales, sobre los carteles de no pasar y gire a la derecha, sobre los kioscos de tribunales, sobre los techos de los patrulleros y las vidrieras de los locales comerciales.


La tormenta que somos

Por Luciano Debanne.

Imagino cómo, lentamente, se mueven las nubes cuando vienen cargadas.

Cómo se van juntando, gota a gota, hasta cargarse, que no se sabe dónde empieza una y termina otra, en qué momento una nube es una nube y en qué momento son sólo gotas.

Gotas aéreas, fútiles, aisladas, que imperceptiblemente se encuentran, se atraen, se juntan, se transforman primero en dulces pompones con formas. Nubes inofensivas como inofensivas eran las gotas sueltas que la forman. Adornos de cielo azul.

Pero siguen juntándose, lentamente, hasta que descubren que adentro late una tormenta.

Y chocan estruendosamente, haciendo temblar la tierra.

Y desatan una energía tan poderosa que es capaz de producir un incendio, de electrificar toda la atmósfera, de iluminar la más oscura de las noches, de meterse por los cables a las casas donde se mira, adormecidamente, el noticiero y hacer saltar el televisor, asesinarlo de un golpe para siempre.

Y caen, a veces a los golpes, sobre las calles y los cordones policiales, sobre los carteles de no pasar y gire a la derecha, sobre los kioscos de tribunales donde venden leyes y periódicos que le dan la razón a los abogados, sobre los techos de los patrulleros y las vidrieras de los locales comerciales. Y rompe, y abolla. Y deja marca.

Y llueve, estruendosamente.

Riega todo tan a fondo, que no hay riego artificial que se compare con una buena lluvia, que cae gota a gota, penetrando la tierra y preñándola de vida nueva, y dándonos un respiro.

Y entonces todos decimos «llueve», como quería el poeta.

Energía contagiosa que está en el aire, dulce poder del montón, la tormenta que somos.