
Por Garba.
Negro, aún recuerdo la tarde que viniste a casa a contarme que ibas a ser papá. Todo adelante y el futuro era un boleto abierto.
Negro, ¿te acordás cómo te tocabas los brazos cuando te rascabas con las uñas largas con tus manos enormes a contramano?
Tu hijo hace lo mismo.
Te cuento negro, que verlo es verte.
Y ay negro, cuánto hacía que no te veía y abrazarlo es por momentos como irme para atrás en el tiempo.
Negro, estarías tan chocho de este pibito que nos miraba con ojos saltones cuando vos eras también un crío y volvíamos caminando a Liniers y pensábamos que los años se iban a acomodar.
¿Sabes? Soy egoísta, tremendamente egoísta cuando lo espío mientras almorzamos contando anécdotas de cuando vos estabas vivo y éramos noviecitxs de la mano y cantar hasta el amanecer, cuando nuestro mapa eran las casas de nuestrxs impresentables amigxs, mientras lo espío caigo en la cuenta de los años que hace que no chasqueás la boca dientuda, ni te arremangás la remera ¿Podés creer que hace lo mismo?
Te cuento Negro,
Negro feo,
Negro grandote,
Negro cariñoso,
que con los miles de atajos y desvíos que tiene la vida, tu hijo te busca en nosotrxs y nosotrxs te encontramos en él.
Creeme negro, estés donde estés, que tu hijo te lleva adentro.