Por Luciano Debanne.
Pasa que es todo tan difícil, y ellos lo cuentan tan fácil, tan fácil de entender.
Porque si te fijás, hoy vas a leer en los diarios y a ver en la tele y a escuchar en la radio, muchas cosas, pero todas cosas que podés entender: buenos y malos, ricos y pobres, blancos y negros, antes y ahora. El mundo binario como un tablero de ajedrez. Se avanza hacia adelante, hay peones y reyes, límites, 32 casillas blancas, 32 negras, siempre alternadas, una por vez.
Y vos, como yo, seguramente estarás de acuerdo con algunas de esas cosas que te dicen que pasan y en desacuerdo con otras. Algunas cosas te parecerán alentadoras y la mayoría desalentadoras, pero las vas a entender. En general las vas a entender «¡Qué bien, al fin una!» o «¡Qué barbaridad, cómo puede ser!»
Pero ellos ya te dijeron qué puede y qué no puede ser. Vos después le ponés los adjetivos: acuerdo, desacuerdo, bueno, malo, más o menos, no creo que sea así, vaya uno a saber.
Y sin embargo, después, qué incomprensible resulta el mundo -ese mundo que te cuentan fácil de entender en los diarios y la radio y los noticieros de TV- es un mundo difícil, muy difícil, enquilombado, desparejo, complejo… ¿Por qué?
¿Por qué si en la tele las cosas parecen simples después resulta que nada es tan sencillo de resolver?
Fácil: porque ellos no trabajan de explicar, trabajan de vender.
No te están explicando el problema, te están vendiendo una solución. Como cuando te dicen que si tomás no se qué pastilla bajás de peso, pero unos meses después vos tenés el mismo peso, y ellos unos pesos más.
Así, igual. Mezclan cosas que sí con cosas que más o menos y después te proponen una solución linda, tentadora, barata si mirás cada cuota, aunque carísima si contás lo que te cuesta al final.
¿Y entonces qué? ¿Dejamos de escuchar, de ver, de leer?
Nop. Buscamos, bancamos, creamos medios que no trabajen de vender.
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