Por Garba.
Mañana cumplo años.
Con el tiempo sigo escuchando mucho consejo para que no sea como soy, así, tan así, pero un poco distinta sería mejor.
Un poquito más callada, o menos expresiva.
Y ese dramatismo está bien, pero no tan bien.
¡Y ese peronismo que arruina todas las conversaciones!
Esa cosa con los negros.
El pelo, bajateló.
¿Eso te vas a poner?
¿Así vas a ir?
¿Eso querés hacer?
Las otras madres
no son así.
Lo de los animales que pone a todos incómodos.
¿Tenés que cantar por la calle?
Mejor si en vez de ser así fuera un poquito, sólo un poquito menos así.
Y asá.
Cuando he tratado de volverme el franquenstein de las expectativas ajenas, he desaparecido, me he vuelto un fantasma sin borde adentro de este cuerpo.
También lo intenté.
Y al pensar en todas estas cosas (que vaya a saber porqué se me vienen encima en los natalicios), mi recuerdo vuelve a la mujer maravillosa, que siempre me miró con una aceptación que me llenó de valentía para salir a la calle.
Que atesoraba hasta los bollos de rulos que yo juntaba para ponerlos en las instalaciones «modernas» que nunca supo mucho de qué se trataban.
A toda persona le viene bien tener una abuela.
Con ese amor.
Será el combustible soluble que te devolverá tu imagen en el espejo el resto de tus días.
Notas relacionadas
