Con permiso

Eva

26-07-2020 / Con Permiso, Lecturas
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Ha muerto como repitiendo eternamente viejos cuentos. Ha muerto tras atisbar las diferencias entre lo que estaba bien y lo que estaba mal. Ha muerto tras convidar ese conocimiento, contra todo mandato.


Eva

Por Luciano Debanne.

Cuentan los libros sagrados abrahámicos, que Yahvéh en un momento se da cuenta que ha sucedido algo que viene a modificar todo: «Ahora han llegado a ser como uno de nosotros, porque ahora tienen conocimiento del bien y del mal.»

He ahí el primer peligro que reconoció Yahvéh, el más poderoso entre los poderosos: que otros compartan la distinción entre el bien y el mal, el conocimiento.

Estaba hablando de Eva y de Adán. Pero sobre todo de Eva, que se había percatado que el único fruto que le estaba prohibido en todo el paraíso era el fruto que abría los ojos y le permitía distinguir lo que estaba bien y lo que estaba mal.

Y se había percatado además que la prohibición era caprichosa porque el fruto se podía comer, y era rico.

Y Yahvéh, el dios creador de todas las cosas, se dio cuenta de que sólo una cosa distinguía ahora a esos dos pobres desarrapados de la inmensidad de ser dioses, es decir, de ser artesanos de su propios destinos.

Pensó: «No vaya a ser que ahora extienda su mano y también tome del fruto del árbol de la vida, lo coma y viva para siempre.»

Y ahí el segundo peligro que amenazaba a Yahvéh, allá desde el origen de los tiempos: que ese nuevo ser, capaz de discernir, sea además eterno.

Lo único que separaba a Adán y Eva de su condición de dioses era la muerte. Y si todos son dioses, dios no existe, habrá pensado Yahvéh, el todo poderoso.

Y entonces, los echó del jardín, los condenó a morir. Para que no sean dioses, para que no sean iguales a él. Los condenó a la muerte, al dolor y al trabajo excesivo.

De esta vieja historia me acordaba hoy, en que otra Eva ha muerto como repitiendo eternamente viejos cuentos lejanos.

Ha muerto tras atisbar las diferencias entre lo que estaba bien y lo que estaba mal. Y convidarlo, contra el mandato de los más poderosos entre los poderosos.

Convidar ese conocimiento que nos hacía a todos un poquito más dioses, a pesar de que con eso se haya jugado la expulsión del paraíso.

A pesar de que en ese gesto se le haya ido la vida.