Por Luciano Debanne.
Ojalá este viento tormentoso no rompa el tallo del pequeño naranjo, con sus naranjas aún verdes, mis naranjas verdes, que crece al fondo, estirándose para alcanzar el sol.
Dicen que el viento, cuando mece los tallos, los endurece, le da vigor. Dicen que las plantas aprenden a enfrentar el viento enfrentándolo.
Por eso no son buenos los tutores muy rectos, muy encima, muy extensos, porque no le dejan al árbol enfrentar las tormentas, de tanto andar cuidándolos.
Yo sé que se aprende a enfrentar al viento, enfrentándolo. Pero me gustaría ahora mismo sostener el delgado tronco de mí pequeño naranjo, frágil; sostenerlo, ser su amable tutor.
Cuidarlo de la tormenta que arremete, y daña.
Pero no. Porque dejar que crezca es dejar que sostenga el viento. Porque uno es las tormentas que enfrenta.
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