Con permiso

El sol en la vereda

7-10-2018 / Con Permiso, Lecturas
Etiquetas: ,

Mientras tanto de acá para allá, como quien sirve café, entre mesa y mesa, cada vez más rápido, con la bandeja en la mano haciendo equilibrio, para que nada se enfríe, ni se vuelque.


El sol en la vereda

Por Luciano Debanne.

Al final qué importa, ¿no? Porque igual sale el sol por un costado y se pone por el otro mientras nosotros muy acá que se me rompió la compu, que los horarios, que no llego con la entrega, que no sé si comer unas milangas de parado o una ensalada rápida de semillas y hojas de diente de león.

Y no es que nada importa, como si diera igual una cosa o la otra, y entonces vale tirarse a ver pasar la gente con la remera arriba de la panza y la barba crecida, y carpe diem. Porque el mundo está roto y no da sólo mirarlo chorrear mierda fascinadamente, porque no es lo mismo si elegiste vivir en un barril porque sos un copado como Diógenes, el filósofo griego, o porque sos pobre como el Chavo del ocho, el pibe mexicano.

Pero pasa que medio que a veces te la tomás tan en serio que perdés la perspectiva y andás como loco, de acá para allá y no pasa nada, man, no pasa nada; nos morfó la matrix, somos el tipito ese de anteojos oscuros y traje que está en todos lados porque es todas las gentes, pero flashamos que somos Neo o Alicia persiguiendo al conejo blanco.

Pero no. En realidad somos el tipo que sirve el café en un bar, ¿entendes? Parece super importante que hagamos todo rápido, porque si no se enfría el cortado y quién quiere un cortado frío. Y entonces nos volvemos habilidosos en ser rápidos sin derramar nada, y nos premian por eso, y los peces gordos nos dejan propinas gordas, y el jefe nos palmea la espalda y dice señalándonos tras la barra qué bien trabajás Roberto, o Julián, o Natalia, o Juan.

Y cada vez nos apuramos en servir más rápido y mejor, y nos ponemos nerviosos el día que hay muchas mesas, porque cómo vamos a hacer, porque se nos va la vida en que nada se enfríe, ni se vuelque, ni errarle a los pedidos… pero en realidad sólo servimos el café, ¿ves? Nada sucede si el señor de la mesa siete se toma su lágrima un cacho más fría, nada sucede si decimos «me la chupa el señor de la siete, yo hoy voy a andar despacio porque hace un día hermoso, y el sol acaba de salir por este lado y se va a poner por este otro, maravillosamente.»

Ya sé, no es fácil, a mí tampoco me sale. Es que hace tiempo que andamos con la bandeja en la mano haciendo equilibrio, y bueno, no son tiempos para despreciar las propinas. Pero al menos entre mesa y mesa, en vez de relojear la placa silenciosa de TN que puso el dueño del boliche, mirá para afuera, mirá la gente que camina, mirá que lindo cómo pega el sol en la vereda, mirá como en medio de todo este invierno hay un arbolito que ya florece.