Con permiso
El continuo andar
Se celebra el paso. Primero uno, después el otro. A veces largos trancos, a veces apenas nomás. Se celebra el tránsito. Y ser parte entre los transeúntes. Es que no es para siempre el milagro de estar.
Por Luciano Debanne.
Que no está hecho de finales, sino de comienzos el mundo.
Y sin embargo, uno siempre con lo otro.
Verás, se celebra el tránsito.
El continuo andar, la dicha del camino; la destreza, a veces azarosa, de haber podido.
Se celebra el paso.
Primero uno, después el otro.
A veces largos trancos, a veces apenas nomás.
Se celebra el tránsito.
Y ser parte entre los transeúntes.
Es que no es para siempre el milagro de estar.
Es que no es para siempre el milagro de que estén.
Se celebra el tránsito.
Ni lo que viene, ni lo que fue: el gesto de moverse.
Ese instante imperceptible, imposible, indefinido, entre el antes y el después.
Esa posibilidad en medio de lo imposible.
El milagro de nuestra imprevisión.
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Una vieja ordenando las compras y donaciones del merendero, una cooperativa repartiendo las herramientas y los billetitos, una reunión de orga vecinal, una directora usando un micrófono que anda mal.
Comenzar otra vez, como la semilla, que trae en sí su pasado de flor, de rama, de tierra, de agua, de viento. Y entonces hay esperanzas. Nacerá de ahí el reparo del futuro, la sombra, el alimento, el oxígeno.
Rompe el presente al nacer, como se rompe la tierra bajo la fuerza inocente, poderosa, gentil, milagrosa, del brote.