Con permiso

Cruz y Fierro

21-04-2019 / Con Permiso, Lecturas
Etiquetas: ,

Todo esto pasa, hace un tiempo, en medio del campo a las afueras del caserío, pero podría pasar ahora mismo en los límites de cualquier barrio en cualquier ciudad.


Cruz y Fierro

Por Luciano Debanne.

Foto: captura de Martín Fierro por Fontanarrosa.

Martín Fierro es perseguido por la yuta.

La historia, como sabemos, es larga pero para resumir digamos que lo persiguen por pobre y por no querer laburar gratis o por miserias para los tatara abuelos de los que gobiernan hoy. Y en ese trajín mató a un par.

Martín se escapa como puede, pero sabe que está hasta las manos, y en un momento dado entiende que no da para seguir huyendo y se prepara para enfrentarse.

El grupo de miliquitos encargado de darle caza son otros pobres como él.

Así la historia del mundo: los pobres mandados a pelear entre sí para beneficio de los poderosos, el mismo método repitiéndose, recurrentemente.

La cosa es que lo acorralan, Fierro no está dispuesto a dejarse llevar: «Yo no me he de entregar, aunque vengan todos juntos», les grita.

Y no se va a entregar, en parte porque ya sabe lo que se viene, en parte porque su nombre se va en ello; y cuando uno no tiene nada, el nombre es lo único que tiene.

Todo esto pasa, hace un tiempo, en medio del campo a las afueras del caserío, pero podría pasar ahora mismo en los límites de cualquier barrio en cualquier ciudad.

De todas formas sucede en el campo y hace un tiempo. Los canas están envalentonados pero no están duchos como Martín. Cuestión que con algunos puede, pero son muchos y lo van cercando, y finalmente lo hieren por la espalda.

Sabiéndose perdido, acorralado y muerto, Martín se pone como loco y arremete, pero ya sabe que va a perder. Le queda morir dignamente, como un valiente. Aunque más no sea para no ser un muerto más, sin nombre ni tumba. Igualito que ahora.

Pero entonces, entonces, uno de los canas, un milico -un pobre al que le habían puesto un uniforme y dado un arma oficial, un pobre al que habían mandado a dar caza a otro pobre-, viendo lo cobarde, lo desigual, lo injusto de esa batalla, y quizás recordando que sólo el azar lo había puesto a él en el rol de perseguidor y al otro en rol de perseguido, escuchen bien, un cana dice: «‘¡Cruz no consiente que se cometa el delito de matar ansí a un valiente!»

A la mierda.

Cruz se llamaba el cana, Cruz. Y acaba de dar vuelta la ley como una media, acaba de declarar que esa cacería es ilegal, por abusiva, por injusta, por cobarde.

Y frente a esa injusticia, elige.

Elige ponerse del lado del condenado… Ése es Cruz.

Te la resumo: Cruz pelea espalda con espalda junto a Fierro, y juntos zafan, y juntos escapan a otro mundo, un mundo anterior al capitalismo naciente, ahora prófugos los dos y hermanados para siempre.

Lindo cuento, ¿no?

No sé, me acordé de esta historia en estos días en que leemos en los diarios que una partida de milicos le pegó a un pibe, o le disparó por la espalda, o salieron de cacería. Me acordé de Fierro y de Cruz.

Justo hoy mirá, una historia sobre Cruz.

Pero, lo que son las cosas, acá se trata de una historia que es lo contrario a la traición, casi que es una historia toda contrapuesta a la de Jesús, bah, la historia es parecida, pero acá cambian los personajes y sus decisiones: todos humanos, impuros, indómitos, dispuestos a no resignar su cuerpo a la injusticia, a no ser mártires, sino guerreros.

Esta es nuestra biblia. Capaz en estas tierras estemos a tiempo de que todo pueda ser contado diferente.

Felices pascuas. Ojalá encontremos los huevos que andamos buscando.