Con permiso

Consideraciones sobre los floreros

10-11-2019 / Con Permiso, Lecturas
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Que quizás pudieran tenerse en cuenta para pensar algunos aspectos de la vida política de los pueblos.


Consideraciones sobre los floreros

Por Luciano Debanne.

Contrariamente a lo que podría suponerse, lo más importante son las flores, no el florero. Incluso cuando de lo que se discute es del florero.

Las flores, y sus necesidades inmediatas, definen las características ideales del florero que hace falta.

Hay flores de tallo corto, flores que necesitan espacio, flores que lucen mejor cuando están amontonadas. Hay flores que duran más y flores que duran menos, flores que deben ser ubicadas en lugares específicos.

Hay mil flores. En el mundo florecen mil flores, diferentes. Lo importante a la hora de pensar el florero, son las flores. Y sus necesidades.

Cualquier cuenco que se adapte a esas necesidades es un buen florero. A veces es más rustico, a veces está lleno de preciosismos. Los floreros más elaborados a veces quedan mal: pasa cuando no se corresponden con el entorno donde van a estar las flores. Lo mismo con los floreros más rústicos.

El florero ideal no es el más caro, la más antigua vasija italiana, el diseñado por los más selectos artesanos europeos del SXVIII, sino aquel que mejor combina con el lugar donde va a cumplir su función. Por eso a veces un frasco de café dolca funciona mejor que un florero de cristal preciosamente tallado.

Por último un florero es una artículo urgente. Es un elemento diseñado para mantener con vida algo que agoniza -como todo en este mundo-, es un instrumento cuya función consiste en prolongar la belleza un poco más allá de la muerte. Hasta tanto pueda ser reemplazada, a veces ni eso.

Por eso el mejor recipiente para las flores es el disponible. El que llega a tiempo.

Más allá de todo conviene insistir: lo más importante son las flores, esa es la razón de ser de un florero. Es de vital importancia no olvidarse de esto cuando se debaten estas cosas. Para no caer en vicios de coleccionista, de especialista de vitrina, de tía abuela de té con masas, de jurista de anticuario.

Para no negarle al pueblo la posibilidad de embellecer, como puede, con lo que hay a su alcance, su vida cotidiana.

Para no olvidarse que de esa inventiva hija de la necesidad más apremiante nacieron las más complejas piezas que hoy admiramos, a veces creyendo que son producto de la genialidad de un artista y no consecuencia de una larga secuencia de opciones populares.