Por Garba.
Después de la sesión de fotos en la que quedamos como suspendidos de alegría y euforia silenciosa, ese silencio que guardan las fotografías, me pediste que hablara de mi certeza.
Ella se sumaría a otras certezas y todas a un libro.
Escribí algo breve, rápido.
No te gustó. Y con tanta dulzura me dijiste: vos sos otra cosa.
Hacé otro texto.
Tengo la certeza de que cada respiración cuenta. De que lo único que existe es el instante, y que uno tras otro arman un rulo infinito.
Puesta a creer, elijo creer en todo: en la piel, en el sonido de los besos, en los budas, en la magia de las palabras, en la inspiración que parece que se termina pero vuelve en cada nueva canción.
Tengo la certeza de que sin amor no hay voluntad ni vuelo ni abismos para saltar.
Que actuar cura y deja salir las emociones para que contagien ternura.
Y que los huracanes se detienen en ocasiones frente los gestos heroicos de dos migas de pan.
Ahí va estimada.
Dijiste, y nos reímos.
Seamos esas migas.
Desde ayer estoy aturdida y sin ninguna certeza.
Deambulando como sonámbula con la noticia de tu muerte.
Te seguiré buscando en las marchas, en las luchas, en la mirada que no esquivaba las balas.
Hugo, ¿a dónde es que se van los corazones? ¿A qué resquicio o hendidura?
¿A cuáles brazos de qué dios?
Notas relacionadas
