Por Luciano Debanne.
¿Han visto la cantidad de pájaros que hay?
La cantidad de pájaros, y hormigas, y yuyos, y tipos diferentes de gusanos, de peces y pescados, de vacas con sus manchas dibujadas y raras y disímiles.
El quilombo de hojas raras, y bocas, y narices: grandes, chiquitas, todas así, o muy asá, torcidas y rectas, usuales y extravagantes, algunas que dan cosas y algunas tan bonitas que dan ganas de quedárselas.
¿Han visto que ni los focos de luz se parecen entre sí, ni los alfajores, ni los billetes de 50, ni las cruces verdes de las farmacias, ni las rayas blancas de las calles rotas?
Y se multiplican los charcos en sus formas y en sus reflejos, y las manchas que hacen en las baldosas la caca de las palomas, y las luces made in china que dispara en forma de letras y fotos con sonrisas esta pantalla, aquel celular.
¿Han visto como cada lunes es un lunes nuevo, y no hay semana igual a otra, que hasta la noria dibuja una huella distinta en cada vuelta aunque lo único que haga sea girar?
¿Han visto ustedes ese caleidoscopio que sucede ahí afuera o salieron hoy al mundo todo así, sin mirar?
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Mirarse el ombligo, hoy
Esa condición inigualable de ser tierra y al mismo tiempo mano jardinera; cuidando lo que crece, y siendo, simiente, condición de posibilidad.
Un mundo incendiándose
No alcanzan nuestras manos. No alcanza nuestra buena voluntad. No alcanzan nuestros cuerpos sumados de uno en uno en medio del remolino ígneo de la desigualdad.
