Con permiso

Botellita

4-08-2019 / Con Permiso, Lecturas
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Un paquetito en las manos. Dos sonrisas. El tiempo suspendido en el aire raro del baño ese que está apenas das la vueltita y empiezan los bares, ahí en la nueva terminal.


Botellita

Por Luciano Debanne.

Él limpia los baños en la terminal. Acabo de dejarle el billete, me fui para el fondo y ahora vuelvo a la parte de las canillas y los espejos a lavarme las manos.

Ella no estaba ahí, recién cuando entré, pero ahora habla y le sonríe y se retuerce como se retuercen los que gustan de alguien, cuando la vida todavía no te enseñó a rescatarte y hacer que no se te note tanto. Aunque ya no es tan joven ella, ni es tan joven él.

Ella tiene el uniforme que le dio la empresa que ganó la concesión o pagó la fortuna de limpiar la nueva terminal.

Él la mira y ella lo mira a él, ahí en el lugar menos romántico de toda la terminal.

Conversan como si ese fuera el Rosedal, como si estuvieran en la isla de los patos, o en la costanera de Carlos Paz.

Y yo ahí, a metros de los dos, me lavo las manos en el baño ya viejo de la terminal nueva antes de que se vaya el bondi de las veinte y algo para Cruz del Eje.

Ella tiene algo en las manos, un paquetito que es para él. Y en las manos, junto al paquetito, tiene una emoción que se le sale del cuerpo, una emoción que se le sale a borbotones por la boca llena de esa sonrisa luminosa y boba de cuando medio que te estás por enamorar.

Ella tiene una emoción llena de palabras, «me lo regaló mi amiga, te lo voy a regalar». Y el paquetito en las manos, un paquetito que es una bolsita de plástico de esas que te dan cuando vas a comprar cosas en un kiosco de la terminal. Me lo regalaron dice, y mueve el paquetito de acá para allá, te lo quiero regalar.

Y él sonríe también. El tiempo suspendido en el aire raro del baño ese que está apenas das la vueltita y empiezan los bares, ahí en la terminal.

Y yo me lavo las manos, junto con otros que salen de mear.

Ella lo mira a él, y desenvuelve el paquetito, me lo regalaron, te lo quiero regalar, ésta la tomamos acá, la próxima en casa. Él la mira a ella. Y se sonríen, rosándose apenas, tan cerca los cuerpos, sucios de tanto limpiar.

Y corta el agua de la canilla y yo me sacudo las manos sobre la bacha.

Y ella saca una botellita de Pepsi, una botellita de medio litro, que adentro tiene toda la Pepsi del mundo, toda la Pepsi que hace falta, toda la Pepsi que se puede regalar en ese momento y en ese lugar.

Y ella, la sonrisa de ella, abre la tapa que no paró ni un segundo de sacudir de acá para allá, y salta Pepsi por todos lados, para abajo, primero, y para arriba después. Salta Pepsi al piso y al techo de la terminal.

Y los baña de la Pepsi esa que ella le quería regalar. Solo a ellos, tan juntos estaban.

Y yo me voy porque se va el bondi varias plataformas más allá y hay cosas que no esperan a nadie.

Vaya uno a saber si se tomaron la Pepsi juntos en la entrada del baño o si se fueron a la casa de ella o si cada uno por su lado siguieron trabajando de limpiar, ahí en la parte nueva de la terminal.