
Por Luciano Debanne.
Dicen que hubo una vez en que la sequía fue tan grande y tan larga, que todo, todo se secó. Y el agua desapareció de donde estaba siempre y la gente se moría de sed.
Sin saber ya qué hacer los ocho pueblos Yaqui se juntaron y decidieron ver si podían hablar con Yuku, el dios de la lluvia.
Entonces fueron a hablar con el gorrión y le piden que vuele hasta el cielo y hable con el dios.
Y va que el gorrión vuela hasta allá arriba y lo encara a Yuku y le dice: «Che, vengo de parte de los Yaqui que me mandan a pedir que si por favor si será posible y usted pudiera mandar lluvia que hace mucha sed allá en la tierra», palabras más palabras menos.
Y el dios le palmea la espalda al pajarito y le dice: «Vaya nomás que ahí va la lluvia, atrás suyito.» (Se lo dice o se lo trasmite con la mente, no sé bien cómo hacen los dioses estas cosas.)
Cuestión que cuando el pajarito va volando de bajada, siente truenos y rayos y se levanta un ventarrón que se lo lleva puesto y nunca llega a la tierra. Y la lluvia tampoco.
Entonces los Yaqui se juntan y mandan a la golondrina, con el mismo recado que había llevado el gorrión. Y pasa todo parecido. La golondrina encara a Yuku, le pide que mande lluvia, y el Yuku este le dice que sí, que más bien, que faltaba más, que vaya tranquila nomás que atrás suyo iba la lluvia. Y cuando la golondrina va de vuelta para abajo, zas, la parte un rayo y nunca llega a la tierra. Y la lluvia tampoco.
Viendo que la golondrina tampoco volvía, y la lluvia tampoco, y medio desesperados ya, y desesperanzados también imagino yo, van y lo buscan a Bobok, el sapo, que estaba lo más tranca en la laguna. Bah, en el barro que solía ser una laguna. Le cuentan todo el asunto y el sapo los escucha y hace aja, aja, aja con la cabeza. Y cuando terminan de contarle dice: Bueno, está bien, los voy a ayudar, denme un tiempito que voy a prepararme para el viaje.
Entonces agarra y se va a visitarlo a un brujo muy amigo de él que le presta unas alas de murciélago, porque allá en esa zona del mundo son muy de prestarse las cosas.
Y ya con las alas puestas, Bobok se va volando y lo busca al dios de la lluvia y cuando lo encuentra, ni hola le dice y le suelta el reclamo, que no sea así, que no le cuesta nada hacer llover, que la gente anda exprimiendo yuyos para sacarle el juguito, que se deje de joder y mande lluvia viejo. Bueno, capaz no le dijo todo eso, pero se lo dio a entender.
Entonces Yuku, le dice que sí, que tiene razón, que vaya tranquilo que atrás suyo va la lluvia. Pero el sapo malicia que lo están boludeando y se esconde por ahí, atrás de una puerta, ponele.
Y va que se nubla y truena y Yuku manda la lluvia para alcanzarlo al sapo de bajada, como a los otros dos bichos anteriores. Pero no lo encuentra.
Entonces el sapo baja atrás de la lluvia y se pone a croar, y entonces sale del cielo otra lluvia para alcanzarlo al sapo y el sapo se calla. Y la lluvia piensa que ya se murió, y sigue de largo, y de nuevo canta el sapo che, a todo lo que da. Y entonces Yuku se pone como loco y manda otra lluvia, y otra, y otra cada vez que el sapo se calla y vuelve a cantar. Un plato, mirá, de no creer.
Y de a poco todas las lluvias van llegando a la tierra de los Yaqui.
Y mirá lo que son las cosas, dicen que hasta el día de hoy anda la lluvia buscando al sapo Bobok, que canta y deja de cantar.
De ese cuento me acordé en estos días. De ese cuento y de cómo a veces la solución viene de la mano del que menos esperábamos; como el bueno de Bobok, tan sin alas él, y sin embargo tan pillo.