Con Permiso

Aunque después

11-11-2018 / Con Permiso, Lecturas
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Todo en menos de un segundo, un instante. Y está lleno de gente, miles de gentes, millones de gentes que viven apresuradamente en esa vereda, en esa ciudad, en ese mundo.


Aunque después

Por Luciano Debanne.

Como el tipo ese que anda apurado y mirando el teléfono y esquivando autos y de repente pisa una flor, una flor que crece entre dos baldosas rotas de la vereda.

Sin querer pisa, y rompe, y lastima, esa florcita redonda, joven y amarillita. Sin querer ¿Entendés? Sin querer.

Y el tipo se da cuenta, se entristece, por un segundo siente pena por la flor.

Pucha che, piensa. No sabe qué hacer: la florcita aplastada en la vereda, y el teléfono que le sigue hablando y la hora que se hizo, está llegando tarde.

Pucha che, ensaya una disculpa en su cabeza, una disculpa a la flor.

Y se siente ridículo, azorado, perdido en medio de esa vereda, rodeado de gente que le pasa por los costados, todo en un segundo, un segundo, la agujita larga del reloj que ni se mueve mientras todo eso pasa.

Y está lleno de gente, miles de gentes, millones de gentes que viven apresuradamente en esa vereda, en esa ciudad, en ese mundo, pero nadie pisa la flor, nadie la había pisado.

Pucha che, piensa atormentado y triste, todo en un segundo. Todo en menos de un segundo, un instante.

Y después sigue. Sigue su camino, su llamada telefónica, sigue su vida apurada a la que llega tarde. Y en unos minutos se olvida de la plantita para siempre.

Aunque después, no sabe bien por qué, durante un tiempo sentirá como una cosa creciéndole ahí. Una pequeña angustia florecida en el pecho.